O como emprender una apasionante escalada y difícil, sin rendirse, hasta alcanzar la cumbre.
Podría haber titulado así este post, con el que simplemente y sin ninguna otra pretensión quiero compartir unos minutos de charla y reflexión con compañeros de fatigas como sois vosotros y vosotras: entusiastas de la Mediación.
Desde que la Mediación se cruzó en mi vida -por casualidad o por causalidad- muchas cosas han cambiado en mi interior. Seguro que tú que estás leyendo esto, porque también la Mediación se cruzó en tu vida de una u otra manera, sabes bien de lo que estoy hablando.
Hace ya cinco años, cuando me estaba acercando peligrosamente a los cuarenta, una especie de reloj biológico me preguntó: ¿qué quieres ser cuando seas mayor?, y el muy impertinente me contestó: ¡ya eres mayor!
No me lo tomé a mal; no entendí ese “eres mayor” como sinónimo de “ya está” sino más bien como un reto, como principio de una nueva etapa en la que tenía que dirigir mis pasos en clave de presente. Ejecutar, por así decir, todos los proyectos, planes y posibilidades que tenía a mi alcance.
Hice análisis de la situación: tenía una licenciatura en Derecho sin estrenar porque nunca antes la había “usado” y una trayectoria profesional -tan variopinta como vocacional- que empezó muy tempranamente trabajando como monitora de natación, de campamentos, como socorrista de piscina, y continúo durante muchos años más trabajando como auxiliar de enfermería en centros geriátricos.
¿Qué tenían en común todos esos trabajos en los que tan a gusto me sentí?: las personas. Trabajar con, por y para las personas en atención directa.
Sopesé la posibilidad de formarme como abogada pero me parecía empezar de cero; un trabajo muy técnico y, con mi edad de entonces, un trayecto demasiado largo.
En cambio, cuando valoré formarme en Mediación me pareció ver que ya tenía mucho camino recorrido porque, otra cosa no, pero conflictos sí que conocía de todos los colores y tamaños y si había conseguido disfrutar (casi) siempre de mi trabajo como auxiliar de enfermería, es que yo ya era “una mediadora”.
¡Qué equivocada estaba!, – O igual no tanto – .
Así que, analizada la situación y estudiadas las opciones, tomé una decisión y me puse a ella: quiero ser mediadora. Empecé con un máster en Mediación Civil y Mercantil; no estuvo mal. Después de 1.500 horas de formación empecé a saber que esto va a ser más largo de lo que me había imaginado. Ves la perspectiva real y con ella se te olvida definitivamente eso de: “yo soy mediadora de toda la vida” y entiendes qué camino acabas de empezar; desde ahora vas a ser: “aprendiza de Mediadora, para toda la vida”.
Efectivamente, esto es una escalada sin cumbre: cuando coronas un pico ves un nuevo horizonte, más valles y montañas, más caminos y senderos y sin embargo, todos forman parte de la misma cordillera, la Mediación.
Así que sigues y sigues con tu petate a medio llenar y vas metiendo en él más cursos y títulos: el de experta en Mediación Familiar, el de experta en Mediación Escolar. Acudes a todos los talleres, jornadas y conferencias que te puedes permitir y en ocasiones sientes que estás avanzando, pero sin brújula. Sientes que te estás metiendo en muchos senderos -fascinantes todos ellos- pero que te estás olvidando de la cumbre. Es entonces cuando te sientas un momento para ver el paisaje y piensas: ¿cuál es la cumbre?
El camino te dio tantas satisfacciones, creciste tanto como persona, conociste a tantos viajeros con los que compartiste conocimientos, ideas y bocadillos que sientes verdaderamente que todo mereció la pena. No es verdad. Sí que es cierto que TODO mereció la pena, pero no lo es menos que sí existe una cumbre.
Ser mediador o mediadora es una profesión y todo profesional, para poder ejercer como tal, necesita tener ingresos económicos por su trabajo. Nadie duda que el salario emocional del que disfrutamos es inmenso pero, por desgracia, no paga las facturas. Así que definidos los intereses y las necesidades (clientes) pasamos a buscar soluciones.
Resulta entonces que las posibles soluciones pasan por recibir más formación: ahora ocurre que tienes que formarte como emprendedora; que tienes que saber hacer un plan de negocio, llevar una estrategia de marketing, ser una experta en el manejo de las redes sociales. Empiezas a oír palabras como mailing, personal branding, partners, coworking, etc.
– ¡Si yo solo quiero ser mediadora! –
Pues sí; has elegido un mal momento. Empieza dentro de 10 ó 20 años y con suerte ya habrá clientes, porque la ciudadanía ya sabrá para entonces qué es la Mediación y para qué sirve un mediador. No me vale. Yo quiero ser mediadora ahora.
¿Puede un mediador o mediadora “de a pie” vivir hoy exclusivamente de la mediación?. Os dejo esta pregunta en el aire. Cada una y cada uno de vosotros tendrá su respuesta atendiendo a su propia experiencia. La mía es esta que hoy os dejo aquí a modo de charla de amigos.
Actualmente me estoy dedicando a la Mediación de forma profesional. No sé si podré seguir mucho tiempo más así porque la intensidad y el nivel de esfuerzo que requiere es extremo; como escalar cumbres.
Trabajo con colegios, asociaciones y residencias geriátricas, imparto formación y talleres, escribo para un periódico, participo en programas de radio y televisión, hago alguna que otra mediación privada. Es fantástico, motivador y enriquecedor, pero menos mal que decidí (cuando comencé a formarme como mediadora) empezar a formarme a la par también como abogada porque la sociedad de hoy día es una sociedad litigante.
La del mañana estará preparada para la negociación, el acuerdo y el diálogo gracias –en parte- al esfuerzo y las aportaciones que las asociaciones y las instituciones de Mediación y los mediadores y mediadoras de a pie estamos haciendo – y permitidme esta pequeña inmodestia- . De vez en cuando es bueno que nos colguemos una medalla a nosotros mismos, porque el camino es largo y la cumbre aún está lejos.
Lilián Suárez. Abogada del ICA Gijón, Máster en Mediación Civil y Mercantil por la Universidad de Alcalá de Henares – AIEEF. Coach.
¿Que pensáis vosotros a la pregunta que Lilián deja en el aire?: ¿Puede un mediador o mediadora “de a pie” vivir hoy exclusivamente de la mediación?.
¿Nos quieres contar tu experiencia?, Todos tenemos un comienzo ¡¡