Propuesta para este verano: observar como nos sentimos esperando en la panadería de nuestro lugar de vacaciones.
La Impaciencia puede ser conflictiva
Podemos sustituir panadería por ese local al que hemos acudido y cuyo ritmo de respuesta a la demanda de servicio va a 33 rpm, cuando nosotros vamos a 45 ¡o 78 rpm!
Esta propuesta está especialmente pensada para aquellos que, como yo, vivimos en una gran ciudad acelerada, dura y llena de exigencias.
Muchos reconoceréis ese momento en el que comenzamos a impacientarnos, a mirar fijamente al dependiente y/o al cliente que le está contando cualquier cosa que retrasa el ritmo de servicio al que estamos acostumbrados.
¿De verdad tenemos tanta prisa? Si en vacaciones también nos persigue el reloj “Houston tenemos un problema”
Tuve la suerte de disfrutar de unos días de descanso a primeros de julio,
. . .no eran oficialmente unas vacaciones, en realidad da igual el nombre, no tenía más obligación que respirar. Fui a la costa, donde viven unos amigos muy queridos. Al día siguiente de mi llegada salimos a comer juntos, el tema de conversación en el coche fue que ya se comenzaba a notar la llegada de los madrileños con nuestras prisas y bruscas maneras.
Llegamos al restaurante,
. . . un local abierto donde la terraza y el interior forman una unidad espacial, moderna y bonita, había unas tres mesas ocupadas fuera y un par de ellas dentro, atendido por tres camareros y una persona en la barra. Chicos y chicas jóvenes y guapos y, luego vi, muy educados.
– Cuando llegamos, ninguno de ellos acudió a acompañarnos a la mesa, esperamos un par de minutos de pie (¿o fue uno?).
– Yo a los quince segundos (o antes) me puse a mirar al conjunto del local, a ver que estaba haciendo cada uno de los camareros para que no fueran raudos a atendernos, cuando sentí la mirada de mi amigo Juan Carlos y me reí, vale ya me relajo, acabo de darme cuenta, no me he quitado el ritmo de Madrid.
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Esta misma situación,
. . . sin ese momento de lucidez, podría haber desembocado en un almuerzo mucho menos divertido, más exigente y estresante que el que en realidad se desarrolló.
La inquietud, nervios, exigencias se transmiten rápidamente, son estados de alerta que de manera invisible (e inconsciente) contagian de diferente manera a los que se encuentran alrededor.
Que levante la mano el que no haya vivido una situación parecida. Como una cena se puede echar a perder porque uno de los comensales siente que las cosas no son como debieran ser, como la viscosidad de su estado de ánimo impregna a cada uno de los presentes.
Por suerte mi amigo se dio cuenta y su mirada ayudo a que yo también lo hiciera y mi energía cambió, al instante. Es algo inmediato y es algo físico.
Por eso mi propuesta para estas vacaciones
. . .es realizar este ejercicio cotidiano de conciencia. Aprovechemos los momentos que nos sacan de nuestras casillas, para trabajar con nuestro observador interno y jugar a cambiar nuestra energía, podemos ser nuestros propios conejillos de indias (ningún animal utilizado en este experimento ha sufrido daño alguno).
Cuando empecemos a sentir ese disgusto,
. . .a pensar que el servicio no es profesional, que en Madrid (o tu ciudad) no durarían ni dos segundos y serían despedidos, cuando creas que lo que le está contando la señora María o el señor José al panadero del pueblo no le importa a nadie, cuando los camareros vayan y vuelvan para cada comanda y no aprovechen cada viaje para cumplir el servicio con celeridad o cuando en la calle se pare un coche demasiado tiempo, para saludar al vecino con el que se ha cruzado…
“Para y obsérvate ¿qué prisa tienes? respira conscientemente (de tres a seis veces ¿quizá alguna más?) sonríe (aunque no sea demasiado autentico) y siente como se suelta el cuerpo.”
Aprovecha ese momento desquiciante
. . .para vincularte con la realidad que está aconteciendo delante de tus ojos, es un ritmo que está más conectado con la vida, porque la realidad es la que es, siempre y, muchas veces, no es la que nos gustaría que fuera. Jugar a aprender esta verdad de manera lúdica, me parece un entrenamiento ligero que puede resultar útil para cuando necesitemos tomar conciencia de ello en situaciones más complejas y difíciles.
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Si tu urgencia no tiene que ver con tu salud o la de un ser querido
¿Qué motivo hay para tu malestar? Esos minutos de retraso de tus planes, ir a la playa, comer, ir de excursión o a practicar algún deporte, sentarte delante de un libro o a escuchar música, a navegar…sientes que son tan valiosos que te están robando la vida ¿de verdad? No sé, cualquier cosa maravillosa que hagamos comienza un poco peor si antes nos hemos conectado con la exigencia, con los juicios y con la necesidad de que las cosas se hagan como a nosotros nos gustan ¡pero no se hacen!
Nada es urgente si no es cuestión de vida o muerte
Dejémonos ir, dejemos de controlar, dejémonos llevar por otro ritmo, bailemos el son de no tener nada mejor que hacer que estar presentes.
Si no sabemos cambiar el ritmo en vacaciones, acoger esos momentos con disfrute, cuando no tenemos obligaciones y nuestros compañeros de viaje tampoco, el sol y la belleza nos rodean, qué no nos sucederá cuando estamos inmersos en nuestro día a día. Pues nos sucede lo mismo, estamos desconectados.
Decimos que aprovechamos las vacaciones para desconectar
. . .¿pero que es la desconexión? ¿de qué necesitamos desconectar? Creo que debemos utilizar la palabra de otra manera, lo que necesitamos hacer en vacaciones es reconectar con nosotros y con la vida.
Por supuesto que necesitamos descanso, ocio, celebración, compartir, alegría y nada de esto se ve empañado con la espera en la panadería o en el restaurante, con la conversación de dos amigos que se encuentran en mitad de la calzada ¿podemos conectar con ellos? ¿podemos darles su tiempo y asistir tranquilos y hasta dichosos de que puedan disfrutar ese momento?, claro que si, desde la reconexión con nosotros y con el entorno.
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El segundo de los artículos para explorar la felicidad https://t.co/6ZLwocQDME #CoachingParaMujeres #Miedo y #Felicidad? pic.twitter.com/JqGm1wjH1b
— Myriam de la Cámara (@coachymediador) 11 de julio de 2017
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Porque en ese momento somos parte de esa realidad
. . .y si somos conscientes formaremos parte de la vida con una presencia autentica, si logramos conectarnos con una energía positiva disfrutaremos de esa reconexión que nos aporta el vigor y la fuerza que buscamos en vacaciones.
“Es simple, vivir no tiene ningún misterio, se trata de salir de nuestra cabeza e ir al encuentro de lo que está ocurriendo delante nuestro.”
A veces creo que nos complicamos con sesudos artículos y libros o acudiendo a cursos sobre meditación, autoconciencia, autoconocimiento para aprender a estar en equilibrio y conectados… A veces sólo hay que esperar nuestro turno en la panadería.
Myriam de la Cámara, Analista de Conflictos y Coach Ejecutivo